11 de julio de 2012

Anatomía de Grey

En la segunda ecografía de nuestro bebé - entonces llamado garbancito - en la que sólo medía 5 cms, salimos apurados de la consulta. En las primeras visitas siempre se está en duda de si todo va bien y todo iba  bien, pero... a partir de ahí entrábamos a jugar en la "liga de los padres". Recuerdo que estábamos comiendo en un restaurante para celebrar que todo progresaba adecuadamente y notaba que mi medio pomelo estaba nervioso y no sólo emocionado por la primera eco en la que se veía a nuestra futura hija como algo más que un punto pulsante. Le pregunté qué le pasaba y en su primer ataque de papitis aguda dijo "Me he dado cuenta de que esto es sólo el principio! A partir de ahora no dejaremos de sufrir nunca".

Tenía razón, una vez has pasado por todas las pruebas médicas durante el embarazo, superado el momento del parto y el de la vuelta a casa, te encuentras en las arenas movedizas de la mater(pater)nidad. "Respira bien la niña? Eso son moquitos? Ohhh, si tiene moquitos, qué quiere decir? Qué hay que hacer? Come suficiente? Duerme poco? Duerme mucho? No habría que despertarla? No llora mucho. Eso es normal? Te has lavado las manos? No la toques después de fumar. Fuera no hace mucho viento / sol / nubes / lo que sea - para salir?" Y un largo etcétera.

Realmente tener una hija te hace empezar a calcular los riesgos para su salud y su integridad física de una manera extremista. Por ejemplo, yo era una adicta a "Anatomía de Grey", me encantaba la serie y esperaba los capítulos en ascuas - como deben hacer los devotos de Harry Potter en las librerías, o los fans de Springsteen que acampan dos días antes de sus conciertos frente a la entrada.

Pero mi gusto por la serie se ha... modificado. Sufro de efectos secundarios de la maternidad. Antes me parecía una serie (muy) emotiva, con su dosis de enredos amorosos y sus historias médicas, operaciones que tienen éxito y otras que fracasan. Ahora he adquirido otra perspectiva, y resulta que algunas historias de las que no salen bien incluyen: una familia de 3 hijos que pierde a sus dos progenitores, unas bebés siamesas que casi mueren sobre la mesa de operaciones, una niña con un shock anafiláctico, o un niño que irremediablemente fallecerá en 3 meses, porque tiene un tumor cerebral inoperable.

La realidad supera siempre la ficción, así pues puedo esperar que en la vida real las cosas sean mucho más duras que en una teleserie norteamericana, pero...no estoy preparada. El otro día me sorprendí angustiada, leyendo las páginas de los primeros auxilios de uno de nuestros libros y cuando fuimos a vacunar a Elsa, se me saltaban las lágrimas. Estoy segura de que no puedo hacer nada para que siempre esté segura, pero cómo me gustaría que las enfermedades, accidentes y otros males, sólo ocurrieran en la ficción.


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