El pasado mes de Junio, nos escapamos a París para disfrutar de un fin de semana de novios sin la Mausi. La verdad es que sigo siendo una flojuna y siempre lo seré - me da una pena horrorosa dejarla las pocas veces que lo hacemos - pero también fue una excusa genial para disfrutar de tiempo de pareja de calidad.
Viajamos con Ryanair, por aquello de los costes, pero a veces lo barato sale caro. No puedo recomendaros la aerolínea, la ida nos fue bien, pero la vuelta, no fue lo mismo: casi 3 horas de retraso. Aunque lo que más me enoja es la forma de tratar a los pasajeros. Así pues, pasemos a temas más felices.
Llegamos a nuestro hotel en París cerca de las 11 de la noche. Escogí el Hotel de La Paix en Montparnasse después de mucho buscar y lo escogí por ser un BBB - Bueno, Bonito, Buen Precio, porque en París "barato" no aplica para los hoteles. El hotel me gustó, si bien la habitación es ciertamente pequeña y el baño es minúsculo, eso ya lo sabíamos. Aunque pequeño, tiene ascensor, el desayuno es bueno y el personal amable. Está situado en una calle tranquila, pero alrededor hay muchísimos restaurantes y los que probamos estaban muy bien.
Vamos por fin a París en sí. A mi no-marido no le fascina mucho lo de patear ciudades, pero yo soy más urbanita que un semáforo y - iba a decir que "la cabra tira al monte", pero aquí es al revés, y yo al final lo convenzo para ir de city-weekend. Aún así, fue un éxito y por eso lo quiero contar.
El primer día fuimos caminando desde el hotel hasta los Jardines de Luxemburgo y desde allí a la Îlle de la Cité. Yo necesitaba ver otra vez La Sainte Chapelle, una pequeña capilla gótica que tiene una capilla baja y una alta y es aquí, donde yo sufro un poco de lo que se conoce como el Síndrome de Stendhal o Síndrome de Florencia. La belleza de la capilla alta me sobrecoge, me envuelve, me deja boquiabierta y sin aliento y además con lágrimas en los ojos. No os riáis. A cada uno le impresionarán cosas diferentes, pero he visitado dos veces esta capilla y en las dos, me ha causado el mismo efecto. En mi opinión, si vais a París es un imprescindible. Y ninguna de mis fotos le hace justicia!
De allí caminamos de nuevo hasta Nôtre Dame y la vimos desde fuera, porque no lo había dicho: el no-marido tiene la firme convicción personal de no entrar en ninguna iglesia. En ninguna. No lo hizo en Roma (!) y no lo ha hecho en París (!). No hay argumentos para hacerle cambiar de opinión... a mi pesar.
En esas estábamos cuando observamos un grupo de bicis de las que ofrecen rutas turísticas. Uno de los conductores llevaba unas gafas de sol futuristas tan llamativas que, movidos por la curiosidad, nos acercamos a preguntar. Fue una idea estupenda. Queríamos sólo 30 minutos, pero acabamos haciendo una ruta de casi una hora y media. Por qué digo que fue una buena idea? Nos permitió ver una buena parte de París cómodamente y sin cansarnos (no-marido feliz de no patear ciudad) y Hugo, el conductor, además de ser muy simpático, nos hizo fotos a los dos en varios lugares emblemáticos, consiguió un café latte para llevar muy rico, le dejó probar la bici al no-marido, y nos devolvió al Marais, una zona muy chula, para comer. Fuimos al Pont Neuf, a la Pirámide del Louvre, pasamos por la Rue des Pyramides, hasta la Opéra y de allí a la Rue de la Paix - la calle más cara en el Monopoly - y donde fue divertidísimo responder a los saludos de los empleados de Louis Vuitton, Boucheron o Bulgari - que iban saludando a nuestro paso, dirección Place Vendôme - gracias a las extravagantes gafas de Hugo. Y de ahí, volvimos poco a poco hasta el Marais donde comimos un Shwarma y un Falafel impresionante en un restaurante llamado Mi-Va-Mi.
Comida en el Mi-Va-Mi |
Después de comer dimos un paseo por la zona de Saint Paul, dónde había un mercado de antigüedades distribuido por los patios traseros de los edificios de la zona. Caminamos desde el Marais, hasta el Quai Voltaire, paseando por el lateral del Sena. A todo esto, y para que el no-marido siga feliz, hay que darle combustible y el combustible es café. El quinto café del día lo tomó en "Le Voltaire", que tiene una terraza muy francesa y que parece que sirve buenas comidas - aunque sólo puedo deciros que el café costaba unos 5 euros.
Tras el café el no-marido sugirió tomar un autobús - ya no se camina más - y llegamos hasta Les Champs de Mars, para ver la Torre Eiffel. Es siempre siempre una visita impresionante. Y no la recordaba tan grande y tan imponente. Creo que nunca había estado debajo, sólo la había visto desde Trocadero. Nos dimos una vuelta, hicimos fotos debajo de la Torre, decidimos que la veríamos al día siguiente y subimos por Trocadéro al metro para ir al hotel a descansar un poco.
Por la noche, cenamos en el Marais en un bistro normalito, pero aún así la carne que tomamos, estaba muy bien. Caminamos hasta la Place des Vosges, pero era de noche y chispeaba, y como somos muy comodones, nos retiramos al hotel, hasta el día siguiente.